lunes, 28 de octubre de 2013

Manolo Escobar




Nos mudábamos de estudio y Carlos se deshizo de muchos cuadros y esculturas que ya no le gustaban. Según me dijo, eran un lastre. Llegué tarde al taller, a eso de las once, y Carlos tronzaba los cuadros, vueltos del revés, a patadas en el bastidor. Supuse que le resultaba menos doloroso que los cuadros estuvieran apoyados de cara a la pared, sin mirarle. Aunque tampoco vi que sufriese demasiado en la tarea. En realidad, parecía disfrutar. Contradicciones de artista, como suele decirse. O simple disfunción, como la de cualquier otro. El caso es que pude rescatar la pieza central de un tríptico titulado "Final de copa". Los elementos laterales yacían desgarrados y astillados a un lado. No puedo describir la resolución técnica de la pintura, su brillo, transparencias o texturas (para esto habría que observarlo y tocarlo "en directo"), pero sí su narrativa. El elemento central, el que conservo y disfruto en mi piso, representa una gran copa sobre la que flota una gamba ingrávida. Mide 200 x 130. Cada uno de los paneles laterales, 200 x 70, aproximadamente. Si no recuerdo mal, en cada uno de ellos había una gamba orlada de rosas azules. Una de las gambas miraba a la derecha y la otra a la izquierda, buscando la simetría de la composición. Unos años antes, Manolo Escobar, que además de folclórico era coleccionista de arte, quiso comprar el cuadro. Pero, qué curioso, sólo le interesaba la pieza del centro. Carlos, como es lógico, le dijo que se trataba de un cuadro uno y trino, como la Santísima, y que de ninguna de las maneras iba a desmembrar su obra. ¡Ni por todo el oro del mundo! ¡Faltaría más! ¡Un poco de respeto, hombre!
Y esta es la historia de cómo Manolo Escobar no pudo comprar un pedazo de cuadro, de cómo Carlos perdió con dignidad algo de dinero y de cómo parte del óleo titulado "Final de copa" acabó colgado (y admirado) en una pared de mi piso.

Manolo Escobar (1931-2013) DEP (aunque yo era más de Lou Reed).

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