Codo de onanista
Se trata de una lesión habitual entre los practicantes del
vicio solitario. Esta dolencia afecta principalmente a los pajilleros de fondo,
es decir, a aquellos que se la menean con parsimonia, tomándose su tiempo y moviendo
el brazo con lento vaivén. Es una dolencia tardía, propia de onanistas
contumaces, doctores en estas lides, que comenzaron aficionándose en la
preadolescencia y que no han abandonado su devoción incluso más allá de la sesentena.
Por hacer una comparativa con otras disciplinas – y espero que se me perdone el
chiste en un artículo que, por lo demás, pretende ser divulgativo- podría
compararse a estos esforzados masajeadores del cetro con los corredores de
fondo.
Por el contrario, el perfil del pajillero impaciente se relaciona
a un varón joven, cargado de hormonas y ansioso por satisfacer el trámite para comenzar de nuevo. A
estos muchachos, entrañables granujientos, podría comparárseles con los
velocistas de los cien metros lisos. Aun tratándose de personas que, por lo
general, poseen un buen estado de forma, no están exentos del riesgo de
lesiones, en su caso asociadas al desgaste de las muñecas y del macizo óseo
carpiano.
Tanto en el caso de los veteranos como en el de los futuros
herederos de esta imprescindible tradición, la única cura posible es el reposo,
acompañado, si acaso, de friegas con Linimento Sloan, que quema pero cura. Una
terapia dura y que se acompaña de síndrome de abstinencia, pero del todo
necesaria si el paciente quiere acabar sus días con un final feliz.