domingo, 30 de septiembre de 2012

El pino

1

Mis vecinos me han pedido que pode el pino. El pino es centenario. Si podo el pino es muy posible que la palme. Hace un par de años se acercó por aquí el Gran Gurú de los Pinos de la Comunitat y me comentó que el pino estaba muy malito por culpa del edificio que habían construido junto a él, el edificio donde viven los vecinos. Al parecer, al viejo árbol le caparon las raíces y gira sobre su tronco en busca de luz y de agua. Este giro supone un suicidio inconsciente, porque abre una grieta profunda en su tronco, que tarde o temprano se quebrará. Si el pino se quiebra caerá sobre el edificio contiguo (¿conmiguo?) y matará a algún vecino que otro. Cuando construyeron mi casa, el pino ya estaba ahí. La casa primigenia se construyó en 1846. Mi casa, en su estructura actual, cumplirá cien años de aquí un par. Los vecinos llegaron noventa y pico años después. Entonces, ¿tiene sentido este artículo del Código Civil?

Art. 592
Si las ramas de algunos árboles se extendieren sobre una heredad, jardines o patios vecinos, tendrá el dueño de éstos derecho a reclamar que se corten en cuanto se extiendan sobre su propiedad, y, si fueren las raíces de los árboles vecinos las que se extendiesen en suelo de otro, el dueño del suelo en que se introduzcan podrá cortarlas por sí mismo dentro de su heredad.

No sé. El Código no dice nada acerca de edificios que invaden pinos.
En cualquier caso, he de podar o talar el pino centenario. Y no es tarea sencilla, por su majestuoso tamaño y porque no es fácil acceder hasta él. De entrada, tengo que pedir permiso al ayuntamiento -un nido de víboras, dicho sea de paso- para desmontar unas cuantas farolas que permitan la entrada de una grúa hasta el árbol. Y después, desalojar a las tórtolas y las ardillas, pagar una leña por la poda -nunca mejor dicho- y confiar en el  coraje del viejo pino.

2

Mi abuelo subía temprano a la sierra el primer día del verano. Iba de caza, pertrechado de cazamariposas, caja de zapatos y el pañuelo con cuatro nudos en las esquinas encasquetado en la calva. Se pasaba la mañana atrapando grillos y más tarde, antes del mediodía, bajaba con un buen botín. Ya en casa, apoyaba una escalera en el tronco del pino y soltaba los grillos en su copa. Al atardecer, mi abuelo se balanceaba en la mecedora y se adormecía con el cricrí de los grillos.

Yo no quiero que se muera el árbol donde cantaban los grillos de mi abuelo.

martes, 4 de septiembre de 2012

Redacción: mis vacaciones de verano

Este verano he cocinado para Carlos y Rosa, mi mujer, mi hija, mi hijo, mi sobrino-hijo Nacho, su novia Arancha, mi padre, mi madre, mi hermano, mi hermana, mi cuñada Mari Carmen, mi cuñada Cris, mi suegra, mi ahijado Eduardo, mi sobrino Jorge, mi ahijado Enrique, mi sobrina Paula, Alejandra (amiga de mi hija), Irina (otra amiga de mi hija), Borja (amigo de mi hijo), mi amigo Javier y mi amiga Eva, sus hijos Borja y Carlos, un tal Miki (léase Maiqui), Ramón, Alicia, Jaime, Juan y su mamá Ana Mari. No a todos a la vez, ¡menos mal!, pero sí por grupos. Aunque quizá, pensándolo bien, hubiera sido mejor hacerlo de una sola vez. Y cada uno con sus gustos y limitaciones: que si soy vegetariana, que si no como pescado, que si soy alérgico a la sopa, que si el melocotón está mojado, que si todo se me hace bola... O sea, a la carta.
También me visitaron mi cuñado Eduardo, mi tía Charo y mi tío Gaspar, mi prima María Rosario, su marido Paco, los hijos de ambos Laura y Fran , Roberto y sus secuaces, Manuela y Gonzalo. A ellos no les di de comer.
En un momento dado, asistí a una boda con doscientos invitados.
Y así he pasado el verano, solo, como a mí me gusta.

N del A: la lista de comensales se ha realizado por riguroso orden de aparición por Altea, que no de cariños.