domingo, 13 de enero de 2013

Adolescencia

Tengo una hija adolescente a la que sólo le veo el pelo cuando desatasco su lavabo. O de perfil y desenfocada por el pasillo, de camino apresurado hacia la calle. Ahora, eso sí, colabora en las tareas de la casa siempre que se le pide. Por ejemplo, a la hora de comer, su madre hace la compra, su hermano pone la mesa, yo cocino y ella se pinta las uñas de los pies.
Hoy he tenido una de tantas con mi hija por lo de siempre: " me largo no sé dónde y volveré no sé cuándo". Tras un breve intercambio de argumentos originales - "Yo también tuve tu edad y me conozco la vaina", "Es que no confías en mí y piensas que soy idiota"- me ha intentado fastidiar por comparación: "Todos los padres de mis amigas son más enrollados que tú". Le he contestado que conozco bien a los padres de sus amigas y que, como mucho, son tan borrachos como yo. Y entonces, sin percatarse de la contradicción, ha soltado: "Además, tenéis suerte de que no os grite ni os insulte, como hacen el resto de mis amigos con sus padres". Y se ha ido.
He escrito una nota que he dejado sobre su almohada, para cuando vuelva: " Gracias por no insultarme. No he sabido valorar la suerte que tengo. Te quiere. Papá".

P.D: Es cierto. La quiero mucho.

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